Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on September 27, 2019

España atraviesa hoy su peor crisis política desde que el 27 de diciembre de 1978 el entonces rey Juan Carlos I sancionara con su firma la constitución que hoy rige a los españoles. Es evidente que la nueva clase política española, encabezada por una manada de jóvenes ambiciosos e inmaduros, ha arrastrado a España al filo del precipicio.

Cabe señalar que el defecto de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Pablo Casado y Albert Rivera no es su juventud, sino su falta de madurez política para trazar con tino y templanza un nuevo orden de las cosas para España. Los integrantes de este cuarteto han decidido anteponer sus propios proyectos personales por encima de los más caros intereses de España.

Y esa cualidad, la de la madurez para trazar una estrategia de país eminentemente coherente y anclada en una lectura inteligente de la geopolítica, no está reñida con la edad.

Después de todo, en el momento más álgido de la transición a la democracia (luego de la muerte del dictador Francisco Franco) al proclamarse la constitución de 1978, Juan Carlos de Borbón apenas tenía 40 años, Adolfo Suárez contaba con 46 y Felipe González con 36.

Insisto, pues, que el problema con Sánchez, Iglesias, Casado y Rivera, lejos de ser su edad, es su ausencia de carácter.

¿Y en qué consiste la más reciente crisis?

En que su clase política no ha sido capaz de ponerse de acuerdo para constituir un gobierno que refleje la voluntad popular de los españoles, según expresada en las urnas el pasado 28 de abril de 2019.

Todavía es la hora que España no tiene un gobierno legítimamente constituido desde que el pasado 1 de junio de 2018 el Congreso de los Diputados aprobó la moción de censura contra el desprestigiado expresidente del gobierno Mariano Rajoy –lo que, a su vez, llevó a la ascensión de Pedro Sánchez a la jefatura en funciones del ejecutivo español. (Véanse artículos 113 y 114 de la constitución española).

¿Pero qué pasó con el resultado de las más recientes elecciones del 28 de abril de 2019?

Pasó que ninguno de los partidos políticos principales -Partido Socialista Obrero Español (123), Partido Popular (66), Unidas Podemos (42) y Ciudadanos (57)- obtuvo el número mágico de 176 escaños en la Cámara de los Diputados para poder formar gobierno. Y sus líderes, por ambiciones puramente políticas y personales, fueron incapaces de coagular un gobierno de coalición.

¿Habrá nuevas elecciones en España?

Efectivamente. Transcurridos cinco meses de tranque, dimes y diretes e insultos, el rey Felipe VI (fiel al mandato del artículo 99 de la constitución) dio por terminadas las consultas entre las fuerzas políticas y convocó a nuevas elecciones a celebrarse el 10 de noviembre de 2019.

¿Y cuán malo es esto para España?

Malísimo. España se ha convertido en el país más ingobernable de Europa. Con cuatro elecciones generales en cuatro años y con una total ausencia de estabilidad gubernamental, España anda a la deriva: sin una política económica definida (pero con un desempleo que ronda el 14%); sin presupuesto fiscal; sin herramientas para potenciar las impostergables reformas estructurales que tanto necesita; sin un equipo económico que le haga frente con soltura y astucia al Bréxit duro que viene empujando Boris Johnson y sin una clase política con agallas que evite su posible desintegración política y jurídica.

¿Y para la Unión Europea?

Frustrante a la vez que desesperante.

¿Por qué? Porque como consecuencia de su crisis doméstica la voz de España en Europa es hoy casi imperceptible; dejándole el campo abierto a quienes anhelan desfigurarla (Boris Johnson, Matteo Salvini, Marine Le Pen, Viktor Orbán).

¿Alguna lección para Puerto Rico?

Que la buena gobernanza es consustancial con la madurez; que dirigir el destino de un pueblo, tal y como Puerto Rico le dejó dicho al mundo entero este verano, no es cosa de muchachos.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar