Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on April, 17, 2019.

Disputándose el más absoluto control de Europa, Napoleón le advirtió a sus generales que para hacerse dueño del continente solamente le hacía falta una herramienta: dinero, dinero y dinero.

En la América Latina de hoy la máxima napoleónica retumba por doquier.

Al son de dinero, dinero, dinero, algunos de los políticos más encumbrados del hemisferio se han visto enlodazados en el tenebroso pantano de corrupción de Odebrecht.

Y, sin dudas, el reciente suicidio del ex presidente peruano Alan García es el recordatorio más trágico de la podredumbre moral que hoy carcome los cimientos de la clase política latinoamericana.

¿Y de qué trata el tan mentado caso Odebrecht?

Sobre cómo la empresa constructora más rica y poderosa de Brasil les metió en el bolsillo sobre $2 mil millones a presidentes, primeros ministros y allegados al poder a cambio de contratos. Lo mismo de siempre.

¿Y qué hace del caso Odebrecht algo distinto?

Que arropa al continente entero porque los tentáculos de Marcelo Odebrecht (y los políticos que lo protegían) iban desde México hasta la Tierra del Fuego y, desde el punto de vista político, llegaban hasta los más altos niveles. Tanto así que en Brasil ya están presos los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Michel Temer. En Colombia se investigan posibles vínculos entre Odebrecht y la campaña de reelección del expresidente Juan Manuel Santos de 2014; en Argentina las autoridades le están siguiendo la pista a la expresidenta Cristina Fernández así como al círculo íntimo del presidente Mauricio Macri; en México ya se ha confirmado la trama de sobornos de Odebrecht en PEMEX durante el mandato del expresidente Enrique Peña Nieto; en Ecuador hubo sobre $30 millones en sobornos; en Panamá y en República Dominicana el proceso judicial ya desembocó en la ejecución de acuerdos de culpabilidad conforme los cuales Odebrecht tendrá que devolverles a las autoridades sobre $200 millones.

¿Y qué tiene que ver el Perú con toda esta corrupta trama?

Mucho.

¿Y por qué?

Porque siendo el Perú (vecino de Brasil) un país que experimenta un relativo crecimiento económico y que, a su vez, necesita redimensionar su infraestructura pronto se convirtió en un blanco importante para Odebrecht. Y de ahí los sobornos. Al sol de hoy todos los expresidentes del Perú están acusados o tras las rejas. Y todos, con excepción de Alberto Fujimori (preso por terrorismo de estado), enfrentan la justicia por sus vínculos con la alcantarilla de Odebrecht: Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (1985-1990 y 2006-2011), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018). Este último se vio forzado a renunciar en marzo de 2018. Más aún, su principal rival política Keiko Fujimori (hija del expresidente Fujimori) también está presa por su presunta vinculación al caso Odebrecht.

¿Y quién era Alan García y por qué se mató?

Alan García era, sin dudas, una de las figuras políticas cimeras del Perú. El heredero político de Víctor Raúl Haya de la Torre, García fue presidente en dos ocasiones. Hombre de talento y carisma, quizás el mejor orador del Perú, cayó abatido por el peso de la prueba en su contra. Confrontado con una orden de arresto, prefirió ponerle fin a su vida antes que ir preso.

¿Lecciones para Puerto Rico?

Sin dudas.

Que si en Brasil y el Perú no hizo falta la fiscalía federal para darle duro a la corrupción y hacer caer presidentes, aquí ya es hora que el Departamento de Justicia y nuestra Rama Judicial se pongan los pantalones largos para hacer lo que otros, quizás con menos recursos que nosotros, están haciendo y con mucho éxito.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar