Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on August 9, 2019

Baja el telón, sube el telón. Entra en escena un eufórico Thomas Rivera Schatz, de la mano de Johnny Méndez y Jennifer González, celebrando la vuelta del país a la constitucionalidad; ofrendándole loas al Tribunal Supremo por haber defendido a capa y espada la integridad de la Constitución del Estado Libre Asociado. Y a coro van entonando cánticos de “abajo el usurpador” y “arriba la Constitución.”

Baja el telón, sube el telón. Entra en escena ese mismo triunvirato, ahora rodeado de toda una caterva de alcaldes y legisladores de mayoría (a excepción, claro está, del senador viajero Carmelo Ríos), lanzándole amenazas a la gobernadora Wanda Vázquez para que esta en violación a su propio juramento claudique sus obligaciones constitucionales y le de paso a quien quiera le venga en gana al iracundo Presidente del Senado. Habíase visto tal insolencia.

Evidentemente para ese liderato la Constitución es un mero legajo de papel, a invocarse únicamente para su propio beneficio político y económico. Se llenan la boca conjurando la memoria de José Celso Barbosa, Rafael Martínez Nadal, Miguel Ángel García Méndez, Leopoldo Figueroa Carreras y Luis A. Ferré, y con su verbo hiriente, su avaricia por el poder y sus díscolas actuaciones, quedan ante el país como lo que son: apóstatas de aquella rica tradición de dignidad y honor.

La conferencia de prensa del pasado jueves fue, a todas luces, un burdo intento por subvertir el orden constitucional; por ultrajar la doctrina de la separación de poderes; por desdibujar esa fina pero infranqueable línea que separa lo partidista de lo gubernamental.

Tal cual Miguel Primo de Rivera (quien en 1923 pulverizó la Constitución de España de 1876), Adolfo Hitler (quien en 1933 asesinó a la República de Weimar en Alemania) Fulgencio Batista (quien en 1952 defenestró con su golpe de estado la Constitución de Cuba de 1940), Augusto Pinochet (quien en 1973 acabó con la democracia chilena), y tantos otros golpistas, el liderato del PNP le ha declarado la guerra abiertamente a la legítima gobernadora de los puertorriqueños. Por pura ansia de poder.

Y para añadirle sal a la herida, la única figura del PNP que aparentaba tener algún dejo de sensatez y prudencia apareció rauda y veloz para respaldar con su presencia y su voz la tentativa de golpe legislativo contra la gobernadora. Jennifer González se equivoca si piensa que ese triste papel que hoy desempeña de segundo violín de Rivera Schatz la va a posicionar para nada que no sea su propia autodestrucción.

Jennifer González le haría un grave desfavor al país si en lugar de dar la batalla en Washington, en el momento de nuestra más grave indefensión, regresa a destiempo a jugar a la política chiquita por pura egolatría. Si algo ha quedado meridianamente claro es que la agenda de Puerto Rico en Washington hace rato que se fue por la borda; no por culpa de Donald Trump sino por la falta de tino estratégico y compromiso de nuestros políticos. Llevamos 20 años de comisionados que están más pendientes de la gobernación, y de las mieles del poder que ella encierra, que de hacerse un nombre en Washington con el cual luchar por Puerto Rico.

En Washington, y particularmente en el Congreso, la antigüedad (o el “seniority”) es de vital importancia. El figureo de Jennifer González en las luchas palaciegas del PNP es altamente temerario e irresponsable. Todo el mundo sabe que lo hace por ambición personal; porque quiere ser gobernadora a toda costa. Si es así, que espere su turno y aspire en 2020, conforme lo establece la ley.

Repudiemos el golpe del PNP. Abracemos la Constitución.

De frente y de cara al Sol.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar