Luego de la humillación de Suez y del súbito colapso del proyecto imperial británico en Asia, África, el Oriente Medio y el Caribe, Dean Acheson (quien había sido secretario de estado del presidente Truman) sentenció de forma contundente: “Gran Bretaña ha perdido un imperio y aún no encuentra su rol”.

Esas mismas palabras de Acheson, pronunciadas en West Point en 1962, caen hoy como anillo al dedo al PPD y al ELA, en sus respectivos aniversarios.

Y es que las conquistas del partido de mayor antigüedad en la historia política puertorriqueña han quedado irreversiblemente empañadas por los eventos extraordinarios de los últimos dos años.

La obsolescencia del proyecto histórico de Muñoz y su generación es hoy innegable. Ese modelo, anclado sobre la base de un gobierno inteligente, creativo, pulcro y honesto que a través de la autonomía fiscal del Estado Libre Asociado industrializó al país y mejoró cualitativamente la calidad de vida de la gente, hoy ya no es viable por multiplicidad de razones (i.e. la globalización de la mano de niveles más bajos de competitividad en comparación con nuestros vecinos, la quiebra del gobierno, Promesa).

El nuevo tiempo requiere, pues, de un nuevo modelo político y económico. De eso no hay duda.

Así las cosas, ¿ante tal realidad cuál, si alguno, debe ser el rol del PPD?

Coincido con Rafael Hernández Colón y Aníbal Acevedo Vilá en que sobre el PPD recae la alta (y pesada) obligación de articular con tino estratégico un amplio y efectivo proyecto económico para el país que nos potencie hacia el futuro con dinamismo y optimismo. Un PPD sin proyecto y sin posiciones definidas sobre los temas más neurálgicos de nuestros tiempos es mejor enterrarlo que mantenerlo artificialmente vivo.

Donde no puedo estar de acuerdo con Rafael es en su apego a un ELA cuya viabilidad expiró hace ya mucho tiempo (inclusive desde mucho antes de la puesta en circulación de su Nueva Tesis de 1978).

¿Cómo engranar un proyecto económico de futuro que haga sentido de las corrientes globales más modernas si nos resignamos solo a usar las herramientas del ELA?

¿No son acaso esas mismas herramientas las que quedaron inutilizadas por el paso de Promesa?

¿Cómo proyectarnos hacia el futuro sobre la base de instrumentos caducos que no se corresponden con las nuevas realidades?

¿Por qué limitarnos al mismo repertorio de la posguerra cuando ya andamos en tiempos de los millennials?

Si bien es cierto que no habrá cambio de status mientras Puerto Rico esté en quiebra (y en eso coincidimos), no es menos cierto que el “perfeccionamiento” del ELA que plantea Rafael “dentro de un pacto mutuamente obligatorio con Estados Unidos de América” no figura entre las alternativas disponibles en Washington.

No hay más que leer la más reciente decisión de la jueza federal Taylor Swain del pasado 13 de julio para entender que el ambiente, no solo en el Congreso y la Casa Blanca, sino además en la judicatura federal, ha cambiado diametralmente con respecto a la naturaleza, viabilidad y la estructuración futura del ELA.

Ni hay, ni ha habido ni habrá bilateralidad en la relación, ni tampoco podrá haber culminación del ELA dentro de la cláusula territorial. La vieja mantra de que los poderes del ELA emanan del pueblo y no del Congreso, y de que el ELA constituye un pacto de asociación bilateral inviolable, protegido por la Constitución federal, no se sostiene.

No se puede perfeccionar lo que no existe.

Bien haría el liderato histórico del partido en revisitar las palabras que en 1959, cumplidos los primeros 21 años del PPD, expresó Muñoz advirtiendo que para sobrevivir de cara al porvenir el partido tenía siempre que ser “absolutamente joven, juvenil, entusiasta en su proyección hacia el futuro”. (4 de septiembre de 1959 en Treasure Island, Cidra).

Es precisamente en función de ese entusiasmo del que con tanta esperanza habló Muñoz, que corresponde, pues, ir explorando nuevas avenidas.

Sin miedo y de frente.

Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on July 26, 2018.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar