La patética figura del pelele goza de abultado abolengo en la historiografía caribeña. Cuando Vladimir Putin no soñaba con nacer ya el sanguinario tirano Rafael Leónidas Trujillo ejercía su diabólico poder sobre la República Dominicana a través de una amplia telaraña de peleles.
En los 31 años que duró su régimen criminal (1930-1961), Trujillo ejerció el más absoluto poder a veces directamente como presidente de la república (1930-1938 y 1942-1957) y otras veces atrincherado detrás de una red de peleles a quienes metía y sacaba de la presidencia a su antojo. Y pobre de ellos si osaban llevarle la contraria. Entre los presidentes peleles de la era de Trujillo figuraron: Jacinto Peynado (1938-1940), Manuel Troncoso de la Concha (1940-1942), Héctor Bienvenido Trujillo (hermano menor del tirano) (1957-1960) y Joaquín Balaguer (1960-1961).
Peleles también fueron el bravucón Benito Mussolini (a quien Winston Churchill llamaba el perro faldero de Hitler) y el infanticida Herodes, que llegó al trono de Judea precisamente por ser un pelele de Roma. Pero Mussolini y Herodes se quedan chiquitos al lado de Donald Trump.
Y es que Trump se ha convertido en el pelele de Vladimir Putin, dándole un vuelco de 180 grados a la política exterior americana.
Antes del 20 de enero, Putin era un vil asesino. Hoy es el más noble e imprescindible de los aliados.
Volodymyr Zelensky era un héroe digno de admiración, pero hoy según Trump no es más que un vulgar dictador.
Hasta hace unas semanas atrás Ucrania era la víctima de la agresión ilegal rusa, hoy es la culpable de provocar la ira del benemérito zar ruso.
Ayer la mala era Rusia; hoy la mala es Ucrania.
Ayer la OTAN fue la alianza militar más importante en la historia americana y la fidelidad a los aliados transatlánticos era cosa sagrada. (Véase carta del presidente Eisenhower al presidente francés Charles De Gaulle del 17 de noviembre de 1959 en Foreign Relations of the United States, 1958–1960, Western Europe, Volume VII, Part 2).
Hoy la OTAN es un insalubre pozo séptico del cual hay que salir corriendo.
Los aliados de ayer son los adversarios de hoy: Francia, Inglaterra y Canadá. Y los adversarios de ayer son los aliados de hoy: Rusia, China y Corea del Norte.
Por años uno de los objetivos principales de la política americana en Europa fue la democratización y unificación de Alemania. Ahora lo que se busca es resucitar a los Nazis a través de Alternativa para Alemania (AfD). Cosa que quedó evidenciada cuando en plena campaña electoral alemana el vicepresidente Vance dejó plantado al canciller Olaf Scholz para reunirse con Alice Weidel líder de AfD.
Hasta hace unas semanas el fortalecimiento de la Unión Europea (incluyendo la eurozona) era pieza clave en el cálculo geopolítico americano, hoy la Unión Europea es percibida en la Casa Blanca como un escuálido e inservible conglomerado de liliputienses cuyo destino es gravitar por la órbita que le imponga el psicópata de Moscú.
¿Y qué de Gaza?
A Gaza hasta hace apenas un mes se le reconocía en Washington como territorio indivisible de la nación palestina. Hoy no es más que una finca privada camino a convertirse en el Mar-a-Lago del Mediterráneo.
Hace un mes el príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed bin Salman era un paria al que la CIA identificó como autor intelectual del asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Hoy reaparece, a instancias de Trump, como el casto y puro mediador entre Washington y Moscú.
Antes Trump acusaba a Marco Rubio de corrupto e incompetente. Hace unas semanas lo nombró su pelele principal en el Departamento de Estado.
No se equivocó el expresidente ruso Dmitry Medvedev (otro pelele de Putin) cuando escribió en sus redes sociales: “if you’d told me just three months ago that these were the words of the US president, I would have laughed out loud.”
Tomen nota los peleles del patio. Cuidado con el embeleco del “statehood summit” del próximo 3 de marzo, no sea que yendo por lana salgan trasquilados. Y en lugar de la estadidad traigan la independencia.
Cuidado con los “idus de marzo” (Shakespeare, Julio César, Acto 1, Escena 2).