Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on July 31, 2019

La reinserción de Pedro Pierluisi a la escena política como sucesor del gobernador saliente amerita, sin dudas, el más estricto de los escrutinios.

Sobre la figura de Pedro Pierluisi, a quien me enfrenté en la elección de 2012 por la comisaría residente, se ciernen luces y sombras.

Pedro Pierluisi, a diferencia de algunos de sus más altisonantes correligionarios, es ante todo un político pragmático capaz de allegarse la confianza de propios y ajenos. Y aunque estadista, comparte con el resto del espectro político igual desidia contra Donald Trump, las leyes de cabotaje y las políticas más retardatarias del Partido Republicano.

De su paso por la vida pública no se desprende historial de corrupción. Así las cosas, parecería que cuenta con suficiente experiencia, credibilidad y madurez para lograr importantes concertaciones con la oposición política y civil de cara a los próximos 17 meses.

El talón de Aquiles de Pierluisi es su rol de autor intelectual de Promesa y su relación casi simbiótica con la tan impugnada Junta de Control Fiscal — la cual está enfrentada en los tribunales federales contra el propio gobierno de Puerto Rico (que Pierluisi gobernaría).

¿De advenir a La Fortaleza de qué lado estaría Pierluisi? ¿De la Junta o del país? ¿Cuál sería su estrategia para enfrentar la Junta? ¿Combatirla con valentía o allanarse con sumisión? ¿Continuar con los litigios contra la Junta o desistir de ellos? ¿Acceder a la rebaja en las pensiones? ¿Permitir el naufragio de los municipios? ¿Abrirle las puertas de par en par a un monitor colonial que continúe diluyendo nuestro propio ordenamiento gubernamental? ¿Se le va a enfrentar a Trump o va a jugar el triste rol de apologista?

Para Pierluisi, de ser nominado por el gobernador saliente a la Secretaría de Estado, el desafío inmediato será sobrevivir el requisito constitucional de consejo y consentimiento en Cámara y Senado porque ese proceso lo controla férreamente su némesis, Thomas Rivera Schatz.

Si Rosselló nomina a Pierluisi y envía su nombramiento a Cámara y Senado y allí Rivera Schatz se lo cuelga, la sucesión irá a parar a la secretaria de Justicia. Si Rosselló, invocando la enmienda de 2005 a la Ley 7 de Sucesión, nomina a Pierluisi y obvia el rol de las cámaras legislativas el asunto con toda certeza irá a parar al Supremo. Y si Rosselló echa para atrás y se queda, violando la palabra empeñada, la cosa volverá a las calles de forma aun más violenta. Somos hoy, como consecuencia de la inmadurez y temeridad del gobernador, un país a la deriva.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar