Published at El Nuevo Día July 16 th, 2023

Al conmemorar el natalicio de Luis Muñoz Rivera (1859-1916) me veo en la obligación de hacer la siguiente pregunta: ¿Estamos ante un héroe como señala la historiografía convencional o ante un villano como intiman algunas voces revisionistas?

Durante los últimos meses se ha puesto en circulación un catecismo de acusaciones contra la figura de Muñoz Rivera que a propósito de su natalicio es menester escudriñar con la rigurosidad que se requiere del historiador académico.

Aun con sus luces y sombras, ante el juicio de la historia Muñoz Rivera fue, es y seguirá siendo una de las más altas energías de nuestro firmamento político Rafael Cox Alomar.
Aun con sus luces y sombras, ante el juicio de la historia Muñoz Rivera fue, es y seguirá siendo una de las más altas energías de nuestro firmamento político Rafael Cox Alomar. (Archivo)

Que si Muñoz Rivera “es un Rólex en el brazo del alcalde de Cataño; es Ángel Pérez, Tatito Hernández; es un tuit de Rivera Schatz; es LUMA; es Tata Charbonier y es Sixto George”. (Véase Nieve Vázquez, El jefe, xv). Que si Muñoz Rivera abandonó a su esposa, quien tuvo que “sobrevivir sola con su hijo” (Id, 24). Que si para acceder al liderato máximo del autonomismo se dedicó a “alimentar el mito sobre la figura de Román Baldorioty de Castro” (Id, 12). Que si desde 1891 se dedicó a sacar el ideal autonomista de la Constitución del Partido Autonomista porque la autonomía se había convertido en “un obstáculo en su carrera hacia el poder” (Id, 9). Que si durante los compontes de 1887 “no estuvo siquiera detenido” (Id, 10). Que si no tenía interés alguno en lograr para Puerto Rico “reformas económicas” (Id, 21). Que si su “sentido de superioridad” lo llevó a sostener “virulentas batallas” contra Francisco Cepeda y Taborcías y lanzarle “dardos envenenados” a Rafael María de Labra (Id, 27). Que si su renuncia al Partido Autonomista en abril de 1896 demuestra que era un manipulador adicto al “pity play” (Id, 29).

En fin, Muñoz Rivera fue simple y llanamente otro vulgar buscón de esos que abundan en el Puerto Rico de hoy — un cruce entre Ángel Pérez y Félix “El Cano” Delgado.

El problema que tiene esta lectura revisionista (y las insinuaciones que de ella emanan) sobre la vida y obra de Muñoz Rivera es que la evidencia documental no la sostiene.

Veamos.

Primero, no es secreto que al momento de su elección a la comisaría residente en 1910, Muñoz Rivera y su esposa Amalia Marín Castilla ya estaban separados — tal y como nos confiesa el único hijo de la pareja. (Muñoz Marín, Memorias Vol. I a la págs. 12-13). No obstante la ruptura, la evidencia abrumadoramente establece que Muñoz Rivera nunca claudicó a sus responsabilidades paternas. De hecho, los archivos demuestran que su único hijo varón vivió con él en Washington entre 1911 y 1916, que Muñoz Rivera fue quien matriculó al joven Muñoz Marín en Georgetown en 1911 y que luego en 1914 lo reclutó como su secretario personal en el Congreso. La insinuación de que Muñoz Rivera fue un tarambana (deadbeat father) es totalmente infundada. (Véase carta de Muñoz Rivera a Eduardo Giorgetti de 5 de enero de 1912 en Campañas Políticas, Vol. III a la pág. 124; Rosario Natal La Juventud de Luis Muñoz Marín a las págs. 19-29).

Segundo, Muñoz Rivera no fue el único en “alimentar el mito” de Baldorioty. Ahí también estuvieron Betances y Martí. Insinuar ausencia de mérito de Baldorioty o simulación por parte de Muñoz Rivera tampoco se sostiene. (Véanse carta de Betances a Antonio Alvarado 6 de febrero de 1892 y escrito de Martí publicado en Patria 14 de marzo de 1892).

Tercero, en 1891, cuando Muñoz Rivera comenzó su prédica pactista lo hizo al amparo del artículo 7 de la Constitución del Partido Autonomista precisamente para hacer viable el proyecto autonomista y no por puro capricho. Cabe destacar que algunos de los detractores iniciales de su propuesta luego la abrazaron — como fue el caso de Matienzo Cintrón. (Véase Pedreira El año terrible del 87 a la pág. 108 y Rosario Barbosa, Historia del Pacto Sagastino a la pág. xi).

Cuarto, intimar que Muñoz Rivera fue cobarde u oportunista porque no fue apresado en 1887 tampoco se sostiene. El récord histórico claramente establece que entrado el 1890, Muñoz Rivera fue acusado de sedición por el alcalde de Barranquitas y enviado a prisión en Cayey. Fueron 42 veces que Muñoz Rivera fue apresado por el represivo régimen español. (Véanse Quintín Negrón Sanjurjo, Los primeros treinta años de vida de Luis Muñoz Rivera, a la pág. 172 y la transcripción del juicio que se siguió contra Muñoz Rivera en 1901).

Quinto, las reformas estructurales más importantes a nuestro ordenamiento económico precisamente se lograron con el régimen autonómico que protagonizó Muñoz Rivera: control sobre el cabotaje, las aduanas, la moneda, la política fiscal, además de poder para concertar tratados comerciales con otras jurisdicciones. ¿Acaso alguna de estas cosas es posible hoy con o sin Promesa? (Véanse artículos 32 al 40 de la Carta Autonómica y Pedro Albizu Campos Nulidad del Tratado de París, Obras Escogidas Vol. II a las págs. 231-238).

Sexto, los choques personales que Muñoz Rivera tuvo con Cepeda y Labra para nada deslucen su figura ni su valor. ¿Y qué de las pugnas entre Betances y Hostos? ¿Martí y Maceo? ¿Bolívar y Santander? ¿Bosch y Peña Gómez? ¿Gladstone y Disraeli? ¿Hamilton y Jefferson? ¿Acaso no hubo disputas en la Mejorana, Filadelfia, Ocaña, Guáimaro y Jimaguayú?

Ni siquiera sus esporádicas (y estratégicas) renuncias al Partido Autonomista desdoran su prominencia. ¿Acaso Bolívar no huyó a Jamaica y Haití en búsqueda de brújula y compás para luego regresar? ¿Acaso Martí no renunció temporeramente a su faena revolucionaria en 1884 luego de su fatídica entrevista en Nueva York con Gómez y Maceo? ¿Acaso Jefferson no renunció al gabinete de Washington? Pity play? No. Valentía y dignidad.

Muñoz Rivera no fue ni héroe ni villano. Su figura hay que contextualizarla a la luz de la época que le tocó vivir. Fue el líder político más importante de la isla en una de las eras más inciertas y complejas de nuestra historia — cuando se dio el cambio de soberanía.

Aun con sus luces y sombras, ante el juicio de la historia Muñoz Rivera fue, es y seguirá siendo una de las más altas energías de nuestro firmamento político — por su valerosidad personal, por su pragmatismo estratégico y por su honda compenetración con su pueblo.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar