Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on April, 25, 2019.

Habló el ex vicepresidente Joe Biden.

Le ha anunciado al mundo que ha decidido unirse a la larga lista de candidatos demócratas que desde ya se están disputando el honor (o el horror) de enfrentarse a Donald Trump en las próximas elecciones presidenciales.

De Biden prevalecer a lo interno del Partido Demócrata su misión será bien clara: librar al mundo de Trump.

Y la pregunta obligada es: ¿lo podrá lograr?

Lo podría lograr siempre y cuando gane la nominación de un Partido Demócrata ideológicamente fragmentado, que simple y llanamente no ha sabido enfrentarse a Trump. El principal desafío de Biden será sacar de carrera a sus contendores principales: Bernie Sanders, Kamala Harris, Cory Booker, Elizabeth Warren y Beto O’Rourke.

Tamaña empresa.

¿Pero no se supone que un ex vicepresidente de gran popularidad que sirvió 8 años bajo un respetado presidente demócrata arrase en cualquier contienda interna?

No necesariamente.

¿Y por qué?

Porque ya no vivimos en los tiempos cuando en ambos partidos se prefería a los candidatos de centro. Figuras de relieve con el talante moderado de un Nelson Rockefeller o un John McCain, en el Partido Republicano, y de un Edward Kennedy o un Tip O’Neill, en el Partido Demócrata, cada día son más escasos.

Hoy el debate ideológico en Washington se ha radicalizado de tal manera, que el candidato más estridente y estrafalario es a quien más espacio gratuito le conceden los medios y quien con más éxito recoge dinero a manos llenas — ambas herramientas imprescindibles para conquistar la presidencia. (Si no me cree pregúntele a Donald Trump.)

Biden, por su parte, es un digno exponente de la vieja escuela.

Oriundo del pequeño pueblo de Scranton en Pennsylvania y producto de una familia de clase trabajadora, Biden llegó con apenas 30 años al Senado en 1972 — cuando aún no era incompatible ser demócrata y al mismo tiempo procurar alianzas circunstanciales con los republicanos en asuntos neurálgicos de política fiscal o extranjera por el bien de la Unión americana.

¿Pero será Biden el candidato ideal para el momento histórico que estamos viviendo?

¿Será Biden el líder que podrá unir al Partido Demócrata cuando el sector más dinámico de la base de ese partido aún no había nacido (incluyendo al autor de esta columna) al momento de su primera elección al Senado 47 años atrás?

¿Podrá Biden desterrar de la memoria colectiva de muchas mujeres el recuerdo del trato que le dio la Comisión de lo Jurídico del Senado presidida por él a la profesora Anita Hill durante las vistas de confirmación de Clarence Thomas en 1991?

¿Sobrevivirá Biden en la incierta era del “Me Too Movement”?

¿Podrá Biden allegarse el respaldo de quienes como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio luchan por conducir al Partido Demócrata por la ruta de la socialdemocracia?

¿Podrá Biden conjurar la disciplina necesaria para no cometer el error de hablar más de la cuenta o de invadir el espacio físico del público femenino?

¿Correrá Biden igual suerte que Hubert Humphrey, Walter Mondale o Al Gore?

¿O alcanzará la Tierra Prometida como Thomas Jefferson, Richard Nixon y George H. W. Bush?

¿Se repetirá el fenómeno que ya vivimos con Hilary Clinton en 2016?

¿Habrá el liderato demócrata aprendido de sus errores pasados?

Solo el tiempo dirá.

¿Y Putin?

¿Volverá a la carga nuevamente intentando manipular el resultado de las elecciones presidenciales?

Sin duda.

¿Y Trump?

En el “bullpen” calentando el brazo.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar