Rafael Cox Alomar

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Las lecciones de las elecciones dominicanas

Published at El Nuevo Día El domingo, 19 de mayo de 2024, el pueblo dominicano habló alto y claro. ¿Y qué dijo? Que no quiere regresar al pasado. ¿Y qué más expresó? Que Luis Abinader seguirá sentado por cuatro años más en la silla presidencial o en la “silla de alfileres”, como sarcásticamente la llamó…

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El domingo, 19 de mayo de 2024, el pueblo dominicano habló alto y claro. ¿Y qué dijo? Que no quiere regresar al pasado.

¿Y qué más expresó?

Que Luis Abinader seguirá sentado por cuatro años más en la silla presidencial o en la “silla de alfileres”, como sarcásticamente la llamó el expresidente Joaquín Balaguer.

El aplastante triunfo en primera vuelta de Abinader no sorprendió a nadie. Todas las encuestas (serias) lo presagiaron. Por tercera vez consecutiva desde 2008 el pueblo dominicano votó abrumadoramente por la reelección de su presidente de turno. Así lo hizo antes con Leonel Fernández -electo por vez primera en 1996 y reelecto en 2004 y 2008- y luego con Danilo Medina, electo en 2012 y reelecto en 2016.

Abinader retiene el poder

¿Y por qué en Puerto Rico sucede todo lo contrario? ¿Por qué aquí ningún gobernador ha sido reelecto desde 1996? ¿Cómo se explica que en 28 años República Dominicana sólo ha tenido cuatro presidentes y Puerto Rico una hemorragia de ocho gobernadores (cuando aquéllos como estos últimos son electos por periodos de cuatro años)?

Muy sencillo.

Porque en República Dominicana ha imperado la sensatez. Y en Puerto Rico la inmediatez.

Porque a pesar de pertenecer a distintas tribus políticas, los presidentes dominicanos han sabido dar continuidad a las políticas económicas, fiscales, monetarias, contributivas y de comercio exterior de sus antecesores. Tan es así que la gobernación del Banco Central, responsable de la política monetaria, no ha cambiado de manos desde el último mandato del expresidente Balaguer en 1994. Nada de limpiar la casa a lo loco como algunas voces pretenden hacer aquí.

Fue esa estabilidad institucional la que posibilitó el despegue económico dominicano y, en consecuencia, fue esa bonanza la que selló la reelección de Leonel, Danilo y Abinader en 2008, 2016 y 2024, respectivamente.

Y es que no puede haber reelección sin resultados. Y a diferencia de la retahíla de gobernadores que hemos tenido desde 1996, a Luis Abinader le sobran los resultados. Ya lo advirtió en la víspera de la elección dominicana el Financial Times de Londres cuando bautizó a la vecina república como la “estrella económica de la América Latina.” (Véase Micheal Stott, “The Simple Idea behind LatAm’s Star Economy,” 18 de marzo de 2024). Con una población de 11.4 millones de personas y una extensión territorial cinco veces más grade que la de Puerto Rico, la República Dominicana es la economía latinoamericana con el índice de más alto crecimiento de los últimos 50 años (4.9%), según el Fondo Monetario Internacional.

No deja de sorprender cómo un país de tan conflictiva historia ha sido capaz consolidar su cultura democrática. La lucha por independizarse de Haití (1844-1856), los incesantes golpes de estado a manos de Pedro Santana y Buenaventura Báez, las sangrientas dictaduras de Ulises Heureaux (1882-1899) y Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961), las repetidas invasiones de los Estados Unidos -primero en 1916 y luego en 1965-, el golpe de estado contra Juan Bosch (1963), la cruda represión durante los 12 años de Joaquín Balaguer (1966-1978), los fraudes electorales de 1970, 1974, 1990 y 1994 y las luchas encarnizadas entre Balaguer y su archirrival José Francisco Peña Gómez (líder máximo del histórico Partido Revolucionario Dominicano) dejaron cicatrices difíciles de borrar de la consciencia colectiva de nuestra vecina nación — nación que muy a pesar de su propio pasado ha decidido pasar la página de la pugna ideológica para abrazarse a una visión pragmática y consensuada de lo económico, político y social.

Pero, la ruta de Abinader, de cara a su segundo mandato, no está libre de espinosos desafíos. La corrupción, la alucinante desigualdad social que aun divide a los dominicanos y la desestabilizadora proximidad de Haití son todas graves amenazas que se ciernen en su camino. Ahora que el pueblo dominicano habló en las urnas le corresponde al presidente Abinader demostrar que está a la altura de las aspiraciones de su pueblo y que cuenta con las herramientas para potenciar el desarrollo sostenido de aquella república caribeña que hace 180 años nació al calor de la dignidad, valor y sacrificio de Duarte, Sánchez y Mella.

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