Oído en Tierra

Para el Partido Popular Democrático, tal y como confirma La Encuesta de El Nuevo Día, llegó la hora de poner el oído en tierra y de entender que el más de lo mismo simple y llanamente lo abocará a su autodestrucción.

El hecho de que los índices de aprobación del gobernador, la comisionada residente y la legislatura del Partido Nuevo Progresista hayan desmejorado considerablemente, en los últimos meses, no necesariamente significa que el PPD esté a las puertas de una segura victoria electoral en 2020.

Si bien es cierto que las condiciones están ahí para que el PPD, tal cual el ave fénix, pueda resurgir de las cenizas y alcanzar el poder político en 2020, no es menos cierto que esa virazón no se dará por carambola.

Los tiempos de ganar por rebote ya pasaron.

La pregunta obligada para el PPD es: ¿cómo ganar?

Y la contestación, aunque de difícil y dolorosa ejecución, es bien sencilla: hablando con la verdad; dejando atrás los cuartos oscuros y las asambleas amañadas; democratizando la gobernanza interna del partido; creando las condiciones para que la primaria por la gobernación, lejos de dividir, le inyecte dinamismo y vitalidad a la anticuada institución; extirpando la corrupción y repudiando a quienes la encubren; abriendo espacios para puertorriqueños y puertorriqueñas de todas las procedencias que anhelan servirle a la patria; tirando puentes y trabando alianzas con quienes no militan dentro del partido; aglutinando con vocación de mayoría una amplia base política que rebase las estrechas fronteras partidistas; esclareciendo con tolerancia y respeto, a la vez que con firmeza, la confusión y el empastelamiento ideológico; y articulando un nuevo proyecto político y económico que se atempere a las nuevas realidades que hoy nos acechan.

Pero aun antes de todo eso, la pregunta de umbral para el PPD ciertamente es: ¿y ganar para qué?

¿Para volver a la carga con los estilos arcaicos del pasado? ¿Para prometer honestidad y hacerles el caldo gordo a los corruptos disfrazados de cabilderos? ¿Para prometer reformas sistémicas y luego formar un zafarrancho en los cuerpos legislativos y no hacer nada? ¿Para jurar y perjurar que bajaremos la luz, el IVU y el costo de la vida y luego subir todos los impuestos? ¿Para prometer la constituyente y luego salir corriendo? ¿Para hablar de mayores poderes y luego cogerle miedo a la soberanía? ¿Para denunciar la Junta de Control Fiscal y luego no saber cómo bregar con ella? ¿Para gobernar con todos y para el bien de todos o para los parientes del poder?

Ahí el desafío de quienes hoy se disputan el liderato máximo del PPD. El reto es aún mayor porque se trata de un partido cuya vida o muerte depende de la versatilidad de sus alianzas con grupos fuera de sus estructuras y, según La Encuesta de El Nuevo Día, el 42% de los no afiliados no aparenta tener empatía alguna con ninguno de los precandidatos.

Si algo refleja con meridiana claridad La Encuesta de El Nuevo Día es que los precandidatos a la gobernación del PPD se encontrarán de frente con un pueblo ávido de divisar una ruta de futuro que hoy no alcanza ver.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar