El terror a la Constituyente
Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on August 30, 2020
Y mientras aquí en la colonia el liderato del PNP (hoy en ánimo fratricida) urdía en cuartos oscuros, y con aviesa intención, otro entuerto criollo (esta vez personificado en la escuálida figura del referéndum sobre “Estadidad Sí o No”), en Washington las ramas políticas nuevamente echaron por tierra las maquinaciones de la otrora turba republicana.
Y es que nadie en Justicia federal ni en el Congreso ha tomado en serio la desprestigiada consulta que se pretende celebrar aquí el 3 de noviembre (si la incompetencia de la CEE así lo permite).
Sobre la puñalada mortal que Justicia federal le asestó a la pretensión del PNP harto se ha comentado en las últimas semanas.
Lo que sí amerita mayor esclarecimiento en la hora actual es el alcance del proyecto sobre la Constituyente (H.R. 8113) de la oportuna autoría de las congresistas Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio Cortez — sobre el que se ha vertido toda suerte de críticas y descalificaciones que van de lo infundado a lo absurdo (haciendo escala en lo politiquero).
Primero, que obedeciendo a un alegado populismo de nuevo cuño le cierra el paso a toda fórmula colonial y territorial y, por consiguiente, deja fuera de la ecuación a los más calenturientos apologistas del statu quo.
Segundo, que no es más que un subterfugio tras el cual se declarará la república al son de las directrices de Nicolás Maduro, Raúl Castro y Kim Jong-Un.
Tercero, que la Constituyente es una figura jurídica foránea, extraña y antidemocrática completamente ajena al constitucionalismo norteamericano.
Cuarto, que todo esto es un ejercicio en futilidad toda vez que son los Estados Unidos (por combustión espontánea y a motu proprio) a quienes compete resolver el caos que ellos mismos causaron al invadirnos en 1898.
¿Y les asiste la verdad a estos distinguidos compatriotas?
No.
¿Y cuál es la verdad?
Que hay que descolonizar a Puerto Rico. Cueste lo que cueste.
Que desde que Truman firmó la ley 600 en 1950 no ha pasado más nada.
Y que después de cinco plebiscitos criollos (1967, 1993, 1998, 2012, 2017); una comisión presidencial nombrada por el presidente Johnson (1962-1966); un comité ad hoc nombrado por el presidente Nixon y el gobernador Hernández Colón (1973-1976); dos proyectos en el Congreso para culminar el ELA (1959 y 1962), un proyecto para encausar un plebiscito federal que vinculara al Congreso (1989-1991) y tres informes de Casa Blanca (2005, 2007 y 2011) nada ha funcionado.
Por tanto, se impone la pesada obligación moral y patriótica de surcar un nuevo camino.
Y ese nuevo camino conduce a la Constituyente.
El concepto de la Constituyente no tiene nada de antiamericano ni antidemocrático.
¿Antiamericano? ¿Y entonces qué fue lo que se convocó en Filadelfia en mayo de 1787 con la anuencia de Washington, Hamilton, Madison y Franklin si no fue una Constituyente?
¿Y no será mejor cruzarnos de brazos a esperar que Washington nos resuelva el enredo como sugieren otros?
De ninguna manera.
Quien así piensa reniega de su propia historia.
Si así hubieran pensado Moisés, Jefferson, Louverture, Bolívar, Gandhi, Mandela e inclusive Sam Houston y Ernest Gruening aun estuviera el pueblo de Israel chupando arena en Egipto, las 13 colonias en las fauces tiránicas de Jorge III, el continente sudamericano encadenado, los negros sudafricanos víctimas del apartheid a la merced del látigo de F.W. de Klerk y Texas y Alaska jamás hubieran accedido a la Unión como estados federados. Y, claro, Colón aun estaría en el puerto de Palos muerto del miedo.
Exploremos el camino que conduce a la Constituyente, con decoro y alto apego a la verdad.
Desterrando los miedos y las pequeñeces.
Por Puerto Rico.