El Proyecto Hoyer: ¿por qué? y ¿para qué?
Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on June 2, 2022
El pasado 19 de mayo el congresista Steny Hoyer — líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes federal — flanqueado por las congresistas Nydia Velázquez, Alexandria Ocasio Cortez, al igual que por la comisionada residente Jenniffer González y el congresista Darren Soto, hizo público un borrador de proyecto (o “anteproyecto”) de status producto del común acuerdo entre las fuerzas soberanistas y estadistas para encaminar la descolonización de Puerto Rico.
Y, como era de esperase, el anuncio de Hoyer trajo consigo todo tipo de reacciones, desde las más entusiastas hasta las más estrafalarias: que si Nydia Velázquez se dejó comprar por los estadistas, que si esto es un natimuerto, que si este esfuerzo no llegará al Senado, que si lo que se pretende aquí es darle oxígeno al maltrecho gobierno de Pedro Pierluisi, que si esta iniciativa es antidemocrática porque deja fuera la colonia, que si con la soberanía se van la ciudadanía americana, los cupones, FEMA, el PUA, y con ello el mundo tal cual lo conocemos vendrá a su fin y de ahí pasaremos a las pailas del infierno a chupar azufre con Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Raúl Castro y Vladimir Putin.
El realismo mágico que habita en la mente febril del colonizado nunca deja de sorprender — como ya han advertido Frantz Fanon, Edward Said, Ashis Nandy, V.S. Naipaul, Arcadio Díaz Quiñones y tantos otros.
¿Y por qué se hace imprescindible el anteproyecto de Hoyer?
Porque se impone la obligación patriótica de acabar con la colonia de una vez y por siempre.
Porque no habrá descolonización para Puerto Rico sin una concertación política madura, inteligente y estratégica entre quienes queremos ponerle fin a la colonia y quienes ejercen el poder político en Washington.
Lo uno va con lo otro. Continuar con el absurdo de empujar en el Congreso dos proyectos de status distintos, encontrados e irreconciliables era un sinsentido. Se impuso, pues, la obligación histórica de deponer las armas.
Más aun, la rabieta chiquita, pueril e infantil de los colonialistas constituye otro absurdo y debe terminar. Continuar con el más de lo mismo, como pretende el liderato popular, es alta traición a los más caros intereses de nuestro pueblo. Ya lo dijo José de Diego en 1917 meses antes de morir: “la Patria no se hace para ningún partido, los partidos se hacen para la Patria”.
Dejar fuera la colonia no es antidemocrático — sino que es justo, necesario y constitucionalmente permisible. La Constitución federal no requiere la inclusión de la colonia en ninguna consulta plebiscitaria. Aquí de lo que se trata es que el Congreso, conforme sus poderes plenarios bajo la Cláusula Territorial para disponer de los territorios, le diga a Puerto Rico lo que está dispuesto a dar. Y si lo que está dispuesto a dar son fórmulas no coloniales y no territoriales no existe manera que el Tribunal Supremo federal intervenga porque este es un asunto que claramente cae dentro del poder exclusivo que la Constitución le delega al Congreso para bregar con los territorios y fijar su propia política pública con respecto a ellos.
El llanto del liderato popular ante la muerte del ELA, tal cual Juana La Loca ante la intempestiva muerte de Felipe el Hermoso, va a quedar en nada. Y aun si se incluyera en el proceso Hoyer no dejaría de ser lo que es: una indigna colonia sin capacidad alguna de evolución, crecimiento o culminación dentro del federalismo americano. Más de lo mismo.
¿Y para qué el anteproyecto de Hoyer?
Para trazar a futuro la política pública del Congreso y la Casa Blanca con respecto a cómo timonear el proceso de descolonización de Puerto Rico.Los que cínicamente sugieren que esto es un natimuerto aun no entienden (o no quieren entender) el alcance de esta iniciativa. Independientemente de lo que ocurra en este Congreso, lo importante aquí es que a futuro el tema del status se atenderá en lo procesal y sustantivo conforme los lineamientos básicos que se establecen en el anteproyecto Hoyer.
¿Y cuáles son esos? Que el pueblo de Puerto Rico ha de escoger entre fórmulas no coloniales y no territoriales; que la colonia queda fuera; que hay que contar con el soberanismo para cualquier proceso de descolonización que se encamine desde el Congreso y que la estadidad no es la única ruta abierta a Puerto Rico y a los Estados Unidos; que la libre asociación (la que verdaderamente culmina al ELA) es una fórmula de status descolonizadora distinta y separada de la independencia (que garantiza la ciudadanía americana de quienes la tienen y viabiliza un proceso para su transmisión prospectiva durante la vigencia del tratado de libre asociación); y que el plebiscito federal (autoejecutable) es el vehículo procesal de consenso para adelantar la causa descolonizadora. Lo demás son cuentos de camino.
La hora de la suprema definición está a la vuelta de la esquina.