¿El final de la ciudadanía?
Cuando pensábamos que ya lo habíamos escuchado todo, reaparece el presidente Donald Trump, a días de las reñidas elecciones de medio término, con la pretensión de querer enmendar de un plumazo el texto mismo de la Constitución de los Estados Unidos.
En específico, la propuesta del presidente consiste en dejar sin efecto por medio de una orden ejecutiva el mandato de la cláusula de ciudadanía de la decimocuarta enmienda para evitar que los nacidos de inmigrantes ilegales en suelo americano puedan advenir a la ciudadanía por nacimiento.
¿Y qué dice el lenguaje de la cláusula de ciudadanía de la decimocuarta enmienda?
Que toda persona nacida o naturalizada en los Estados Unidos y sujeta a su jurisdicción, será ciudadana de los Estados Unidos y del estado en que resida.
¿Y cuándo se le incluyó este lenguaje a la Constitución?
En 1868.
¿Y por qué se le incluyó este lenguaje a la Constitución?
Porque a pesar de que Abraham Lincoln había abolido la esclavitud por medio de una proclamación presidencial en 1863, aún no quedaba claro el status jurídico de los negros.
Había que dejar claro que todos los nacidos o naturalizados en los Estados Unidos serían ciudadanos americanos indistintamente de raza, etnia o extranjería.
¿Y los nacidos de ilegales también están protegidos?
Efectivamente.
La decimocuarta enmienda no hace distinción alguna entre inmigrantes legales o ilegales. Quienes concibieron y redactaron el lenguaje de la decimocuarta enmienda no manejaban tales conceptos.
¿Y por qué?
Porque para la fecha de la consideración y ratificación de la decimocuarta enmienda no existía en los Estados Unidos legislación que restringiera la inmigración de nacionales de otras jurisdicciones. No se castigaba penalmente la inmigración irregular.
No fue hasta que el Congreso pasó la ley de exclusión china de 1882 que propiamente comenzó el control migratorio.
Por consiguiente, la clasificación que hoy torpemente intenta hacer Trump entre legales e ilegales para propósitos de las protecciones de la decimocuarta enmienda no se sostiene a la luz de la intención de sus redactores.
Tan es así que el Tribunal Supremo ha resuelto en un sinnúmero de ocasiones que los extranjeros, aún aquellos cuya presencia es ilegal, están cobijados por las protecciones que fluyen de las cláusulas del debido proceso y la igual protección de las leyes conforme la decimocuarta enmienda. (Véase, por ejemplo, la opinión del juez Brennan (nominado por el presidente republicano Eisenhower) en Plyler v. Doe 458 U.S. 1131 (1982)).
¿Pero acaso es del todo imposible que Trump logre su cometido?
No.
¿Y qué vías tiene abiertas para lograr su cometido?
La única vía abierta al presidente sería la de la enmienda constitucional.
¿Y cómo funciona?
Con una mayoría de dos terceras partes de Cámara y Senado, yla concurrencia de tres cuartas partes de las legislaturas estatales. Sólo así se podría desdibujar el lenguaje de la decimocuarta enmienda, y dejar sin efecto en los Estados Unidos el antiguo principio del jus solis.
¿Y qué probabilidades hay de que tal maniobra se materialice?
Las mismas probabilidades de que haya vida en Marte.
¿Y qué de los puertorriqueños?
¿Podría un día Trump levantarse por el lado equivocado de la cama y de un plumazo quitarnos la ciudadanía americana?
En sus sueños.
¿Cómo que no si nosotros no somos un estado?
No puede porque nuestra ciudadanía la concedió el Congreso y conforme la ley de inmigración, naturalización y nacionalidad de 1952, según enmendada, los puertorriqueños nacidos en o después del 13 de enero de 1941 somos ciudadanos americanos por nacimiento.
Con lo cual se hace imposible que el presidente, e inclusive el Congreso, unilateralmente la pueda revocar con carácter retroactivo.
¿Y si es así por qué Trump insiste en pregonar su nueva gran idea?
Porque necesita energizar su base política de cara a la elección de medio término.
¿Y por qué le está prestando tanta atención a unas meras elecciones de medio término?
Porque una victoria demócrata abriría las puertas de par en par a su posible destitución.
¿En serio?
En serio.
Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on November 2, 2018.