El anónimo del New York Times
La pertinencia de la columna anónima de la autoría de un alto oficial de la administración Trump sobre la existencia a lo interno de la Casa Blanca de un motín contra el propio presidente estriba, no tanto en su validación de lo que ya todos sabíamos sobre la descomposición emocional y amoralidad patológica de Trump, sino en la confirmación que allí se hace de que al más alto nivel del gabinete presidencial existen voces poderosas que, a escondidas y en sigilo, están buscando la manera de ponerle punto final a la presidencia de Trump mucho antes de las elecciones de 2020.
En la antigua Roma cuando un emperador, tal cual Calígula, Nerón, Domiciano o Cómodo, se convertía por su despotismo estrafalario, vulgar y criminal en una amenaza contra la supervivencia del imperio su guardia pretoriana, aquellos más cercanos a él, se daban a la tarea de deshacerse del problema. Pues tal parece que desde dentro de la Casa Blanca se urde hoy una estrategia desesperada para librar a los Estados Unidos y al mundo de la peligrosa lacra que hoy representa Donald Trump.
¿Y cómo? Activando contra Trump la vigésimo quinta enmienda de la Constitución federal.
Partiendo de la premisa de que Justicia federal, como cuestión de política pública, no procedería criminalmente contra un presidente en funciones, y de que el proceso de residenciamiento es a todas luces uno arduo, largo, complejo e incierto, y en vista del tiempo que tomaría para que cualquiera de estas dos alternativas corriera su curso natural y del irreparable daño que en el ínterin Trump pudiera ocasionarle a la seguridad nacional de los Estados Unidos, ha comenzado a surgir el rumor cada vez más insistente sobre la deseabilidad de activar una tercera vía.
Y esa tercera vía es la de la vigésimo quinta enmienda y en particular su cuarta sección (nunca antes invocada).
Sobre el particular, el columnista anónimo del New York Times explícitamente sugiere que, “dada la inestabilidad que muchos presenciamos, comenzaron a aflorar rumores en el gabinete sobre la posibilidad de invocar la vigésimo quinta enmienda, lo cual daría inicio a un complejo proceso que desembocaría en la expulsión del presidente.”
Lo que la sección 4 de la vigésimo quinta enmienda hace es que pone la bola en la cancha del vicepresidente Pence y los miembros del gabinete. Tan pronto Pence y una mayoría de los secretarios del gabinete presidencial le remitan una declaración al presidente pro tempore del Senado (Orrin Hatch) y al speaker de la Cámara (Paul Ryan) a los efectos de que Trump está incapacitado para ejercer sus poderes, prerrogativas y obligaciones como presidente, el vicepresidente inmediata y automáticamente se convertiría en presidente en funciones y asumiría todos los poderes de la presidencia, sin necesidad de mostrar prueba pericial sobre la alegada incapacidad presidencial.
Trump, por su parte, podría enviarle al presidente pro tempore del Senado y al speaker una comunicación contradiciendo a Pence y compañía a los efectos de que él si está capacitado para presidir. La sección 4 de la vigésimo quinta enmienda, no obstante, le concede a Pence y al gabinete la posibilidad de oponerse a la declaración de Trump. En cuyo caso el Congreso tendría 48 horas para convocarse con el propósito de dilucidar tal conflicto y 21 días a partir del inicio de la sesión para tomar una determinación final. Pence y el gabinete necesitarían dos terceras partes de Cámara y Senado para prevalecer y destituir a Trump permanentemente.
Desde los cavernarios tiempos de Nixon, cuando Deep Throat (Mark Felt) y Daniel Ellsberg se vieron en la obligación de recurrir al anonimato para desde las páginas del Washington Post y del New York Times, respectivamente, dar la voz de alerta sobre la presencia de un cáncer maligno en el seno de la presidencia (en palabras de John Dean), Washington no vivía tiempos como los que vive hoy.
Sobre el triunfo o fracaso de esa resistencia anónima que hoy se anida en la Casa Blanca pende, pues, la supervivencia e integridad del experimento constitucional ideado por Hamilton y Madison, transformado por Lincoln y hoy ultrajado por Trump.
Publicado en El Nuevo Día: Tribuna invitada on September 7, 2018.