Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on April 30, 2019.

El pasado domingo, 28 de abril de 2019, habló España. Alto y fuerte. Ahora nos corresponde ver qué dijo. ¿Y qué dijo?

Que no quiere populismos ni de izquierda ni de derecha.

Que los fantasmas de José Antonio Primo de Rivera y de Francisco Franco Bahamonde lejos de conjurarlos es mejor dejarlos descansar en paz.

Y que el futuro y la fortaleza de España radica en su inmersión cada vez más vital dentro de la Unión Europea.

¿Y cuál fue el resultado de las elecciones?

Muy sencillo.

De los 350 escaños del Congreso de los Diputados, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) obtuvo 123, el Partido Popular 66, Ciudadanos 57, Unidas Podemos 42, VOX 24, Esquerra República de Cataluña-Soberanistas 15 y el resto de las fuerzas políticas minoritarias suman 23 diputados.

¿Y cómo quedaron paradas las principales fuerzas políticas españolas?

¿Y el PSOE?

El PSOE, tal cual el Lázaro bíblico, revivió.

Bajo el sagaz liderato de Pedro Sánchez, quien hacía 10 meses no era sino un cadáver político en búsqueda de sepultura, el PSOE logró posicionarse nuevamente como la principal fuerza política española. Desde los tiempos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero no se sentía tal energía en la sede socialista de la calle de Ferraz en Madrid. Desde su accidentada llegada al poder el 1 de junio de 2018, Sánchez se dedicó a sentar las bases para su permanencia en el poder. En lugar de convocar elecciones generales tan pronto llegó a la Moncloa, Sánchez compró tiempo. Activó a la ultra derecha al decretar la remoción de los restos de Franco del Valle de los Caídos; amarró su base política al resucitar el moribundo programa de bienestar social engranado por su antecesor socialista Rodríguez Zapatero; sentó las bases para la contratación más grande de funcionarios públicos de los últimos tiempos; y entró en conversaciones con el nacionalismo vasco y catalán. Así las cosas, no sorprende del todo la magnitud de su victoria electoral — que incluye, además, control del Senado español.

¿Y Unidas Podemos?

Perdió su brillo y, de un plumazo, 26 diputados.

El discurso populista de Pablo Iglesias ya no resulta tan simpático como en 2016. Sus abiertos vínculos ideológicos con Nicolás Maduro, e inclusive su alegada adquisición de un chalet de lujo en abierta contradicción a su discurso público, han lacerado decisivamente su imagen pública y la del su partido. No sorprende entonces que Sánchez, lejos de ofrecerle la vicepresidencia del próximo gobierno español, simplemente ignore los deseos de Iglesias de servir en el ejecutivo español.

¿Y el Partido Popular (PP) español?

Finalmente pagó el precio de su propia corrupción. Obtuvo el peor resultado de su historia.

¿Y por qué?

Porque como el PPD de aquí no tenía mensaje. Porque se fue a pescar votos entre la extrema derecha, como algunos equivocadamente sugieren haga el PPD, y le dejó el campolibre a Ciudadanos. Parecería que los días de Pablo Casado al frente del PP están contados.

¿Y Ciudadanos?

Junto con Pedro Sánchez, Albert Rivera fue el gran triunfador de las elecciones. Bajo su liderato, Ciudadanos obtuvo 25 escaños más que en 2016.

Sin embargo, ha cometido un error estratégico a futuro. Y es que atrás dejó su centrismo para atrincherarse desde la derecha española y desde ahí competir contra el PP, dejándole el centro al PSOE.

¿Y con quién pactará Sánchez?

El pacto debería ser con Ciudadanos, es la concertación que genuinamente le garantiza la estabilidad a España. De no ser posible, dada la miopía de Albert Rivera, habrá pacto con la izquierda.

Comienza, pues, un nuevo ciclo en la azarosa e intensa brega política española.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar