El tiempo vuela. Ya han pasado dos meses desde que el pasado 2 de enero la gobernadora tomó posesión de su cargo.
¿Y qué ha pasado desde entonces? ¿Qué dice la gente? ¿Qué se comenta?
Que no ha pasado nada. Que este gobierno es peor que el de Pedro Pierluisi. Que no tiene ni pies ni cabeza. Que las agencias están paralizadas. Que no hay visión ni mucho menos ejecución. Que los secretarios del gabinete constitucional están mudos. Que La Fortaleza no tiene nada en la bola. Que los proyectos de administración brillan por su ausencia. Que esto está manga por hombro.
Métase en cualquier chinchorro por ahí o, inclusive, váyase a cualquiera de los restaurantes encopetados de El Condado o Guaynabo donde pululan muchos de los empresarios que (despavoridos por la supuesta amenaza comunista) respaldaron económicamente la campaña de la gobernadora y verá que la percepción es la misma. Y si aún le asalta la duda, recorra los pasillos del Capitolio y allí entre susurros y a escondidas los propios legisladores penepés le admitirán que este gobierno pisa y no arranca.
¿Pero será que es muy temprano para juzgar a la gobernadora y su equipo? ¿Será que todas estas críticas están a destiempo? ¿Será que 60 días no son suficiente para echar a andar la maquinaria gubernamental?
Contestar estas preguntas requiere acudir al récord histórico y comparar a Jenniffer con algunos de los gobernadores que la precedieron.
¿Qué hicieron Luis Muñoz Marín, Roberto Sánchez Vilella, Luis Ferré, Rafael Hernández Colón y Carlos Romero Barceló en sus primeros 60 días en el poder?
Muchísimo más que Jenniffer.
Veamos.
Al finalizar el mes de febrero de 1949, Muñoz hacía rato había enviado a la legislatura su proyecto de presupuesto y reorganización de la rama ejecutiva, ya había iniciado la revitalización del puerto de Ponce y del aeropuerto de Isla Verde, el alumbrado de la avenida Ponce de León, la extensión de las represas en Caonillas y Toro Negro y ya se había reunido con el presidente Truman para impulsar lo que más tarde se llamó la Ley 600 de 1950.
Sánchez Vilella ya para el 11 de enero de 1965 había ofrecido a la legislatura su primer mensaje de presupuesto y el 9 de febrero próximo era recibido por el presidente Lyndon Johnson en la Casa Blanca para darle forma a la Comisión de Status (cuyo informe recomendó la celebración del plebiscito de 1967).
Ferré no se quedó atrás. Antes de finalizar el mes de enero de 1969 había sometido a la legislatura el presupuesto para el año fiscal próximo que incluía importantes exenciones contributivas. Y para mediados de febrero había logrado la confirmación de Fernando Chardón en Estado, de Santiago Soler Favale en Justicia y de Ernesto Colón Yordán en Salud (a pesar de que la Pava controlaba el Senado).
Hernández Colón en su primer mandato presentó su paquete legislativo el 30 de enero de 1973 y para esa fecha ya tenía al exjuez del Supremo federal Abe Fortas negociando con la Casa Blanca de Nixon la designación del Comité Ad Hoc para la culminación del ELA.
Y Romero ya había enviado a la legislatura el proyecto de presupuesto (24 de febrero de 1977) y se había reunido con el presidente Carter para adelantar su lucha por la estadidad.
¿Y qué ha hecho Jenniffer?
Viajar. Bailar. Tomarse selfies. Entregar regalos el Día de Reyes. Antagonizar a Thomas Rivera Schatz. Botar a Nino Correa. Tirarle un toallazo a LUMA. Archivar los casos por construcciones ilegales en La Parguera (incluido el de sus suegros). Dotar al fantoche secretario de la gobernación de poderes omnímodos de dudosa legalidad. ¿Y qué pasó con el tan cacareado comité de energía? Nada. ¿Y el comité de reforma contributiva? Nada. ¿Y el comité de permisos? Nada. ¿Y la estadidad? En la nevera. ¿Pero hay algo en la olla? La estatua de Trump. ¿Y dónde está el cambio? En ningún sitio. Esto es más de lo mismo. Mucho fufu y poco fafa.
Aquí no hay plan para nada, que no sea (en las simpáticas palabras de Juan Dalmau) para viaje y pachanga.