Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on December 11, 2019

Aníbal Acevedo Vilá está de vuelta. Esta vez para regresar a la comisaría residente en Washington por el PPD, 16 años después que salió del Congreso para acceder a la gobernación.

Y, como el propio Aníbal tiene que haber anticipado, su anuncio ha estado salpicado de todo tipo de reacciones; algunas positivas y otras negativas, esbozadas tanto por propios como por ajenos a su partido.

Que si fue acusado de delito grave a nivel federal; que si fue el artífice de la más aplastante derrota en la historia del PPD; que si sus negativos en las encuestas son prohibitivamente altos; que si su conversión al soberanismo le resta votos; que si bajo su mandato en la gobernación comenzó la crisis económica; que si él es el gestor del IVU y de COFINA; que si debió haber dado el salto a Victoria Ciudadana; que si su tiempo en la política ya pasó; que si es momento de caras nuevas; en fin, que si debió haberse quedado en su casa.

Será a cada elector (y no a los politólogos ni a los chismólogos) a quien le corresponderá pasar revista sobre cada uno de estos señalamientos; y al final del camino “que el pueblo decida,” en las aleccionadoras palabras de aquel adalid de la ética y el decoro que fue Roberto Sánchez Vilella.

Independientemente de lo que puedan decir sus detractores internos y externos, la candidatura de Aníbal es, a todas luces, necesaria.

Su capacidad intelectual, su sagacidad política, su experiencia gubernamental, sus relaciones en Washington y su valentía personal lo colocan muy por encima del resto de políticos que hoy militan dentro y fuera del PPD.

Aníbal tiene el cuero duro. Y lo ha probado una y otra vez. No es maleable ni voluble. Ni las pequeñeces ni la envidia que a menudo percolan por los sótanos de nuestra política lo han desviado de sus objetivos. Los cantazos lo han curtido y su proceso de maduración ideológica lo convierten en el interlocutor que el amplio movimiento anti-estadista necesita hoy en Washington.

Para salir del hoyo, Puerto Rico no puede seguir mandando a Washington ni comisionados estadistas aferrados a una quimera ideológica completamente inviable ni tampoco comisionados colonialistas atados a una visión geopolítica ficticia y anacrónica.

Conozco de cerca la encomiable trayectoria profesional del senador José Nadal Power, a quien distingo en lo personal, y reconozco, además, la valía de las propuestas que viene haciendo de un tiempo para acá el licenciado Juan Albors. No obstante, ninguna de esas dos candidaturas es viable de cara a una primaria con Aníbal. Tanto Nadal como Albors deberían hacer su composición de lugar, y considerar una aspiración a la legislatura por acumulación.

Para quienes creemos que la ley PROMESA debe derogarse, que la Junta jamás debería volver a existir en Puerto Rico, y que nuestra relación con Estados Unidos es una colonial que requiere de una profunda restructuración fuera de los linderos de la cláusula territorial, la candidatura de Aníbal Acevedo Vilá es precisamente lo que el país y el PPD necesitan en la hora actual.

Le corresponde ahora al ex gobernador sincerarse con el país y repechar la empinada jalda que tiene por delante. Eche pa’lante. De frente y sin miedo.

Rafael Cox Alomar

Rafael Cox Alomar