El pasado 6 de mayo el gabinete del gobernador compareció de forma colegiada (como un todo) al principal programa de polémica política de la televisión con el único fin de batirse a tiros con la comisionada residente y adversaria de su jefe. Por allí desfilaron los secretarios de Estado, Salud, Transportación y Obras Públicas, Agricultura, Recreación y Deportes, así como otros funcionarios de alto nivel de la Rama Ejecutiva. Y todo bajo la dirección artística de Edwin Mundo, ahora investido de poderes plenarios como “consigliere” del gobernador.
Tan pronto se oyó la balacera se comenzó a escuchar el griterío de los achichincles de Jenniffer, quienes con aires de falsa indignación se personaron al día siguiente al mismo estudio de televisión desde el cual los miembros del gabinete habían disparado sus ráfagas de escopetazos contra su jefa política. Y una vez allí, tanto Ángel Cintrón como Ramón Luis Rivera se rasgaron las vestiduras acusando a sus opositores de vulgares politiqueros a la vez que juraron y perjuraron que cuando su jefa alcance el poder (si es que llega) su equipo jamás cometerá tamaña barbaridad.
¿Y será verdad que este gabinete es más politiquero que la jauría de Jenniffer? ¿Dónde trazar la línea entre lo eminentemente gubernamental y lo estrictamente político?
Si analizamos con detenimiento nuestra historia política desde los tiempos de Rexford Tugwell (el último gobernador americano en la isla) hasta nuestros días comprobaremos que aquí nunca ha existido una muralla china que aísle completamente al gabinete de la arena política.
De la época de Tugwell me viene a la mente el arresto en la Cárcel de la Princesa (30 de octubre de 1944) de todos los miembros del gabinete del gobernador (populares todos, excepto uno) por orden del juez republicano Marcelino Romany por desobedecer la directriz que había emitido el tribunal de no desembolsar los fondos del programa de emergencia que la legislatura de entonces, dividida entre populares y coalicionistas, se había negado a reautorizar. Aquello fue un sainete político que los secretarios supieron manipular a favor de la campaña popular – tan es así que la foto que inmortalizó aquel episodio la tomó (con toda malicia política) un fotógrafo enviado por el mismísimo presidente del Senado, Luis Muñoz Marín, en cuya oficina se encontraba gran parte del gabinete al conocerse la expedición de las órdenes de arresto. Una semana más tarde arrasaba la Pava, logrando el control absoluto de la Cámara, Senado, comisaría residente y 72 municipios. (El Imparcial, 31 de octubre de 1944, p.1.)
Tan imprecisa ha sido la frontera entre lo gubernamental y lo político que cuando Roberto Sánchez Vilella -posiblemente el hombre más incorruptible que jamás ha morado en La Fortaleza- aceptó la nominación popular a la gobernación, el16 de agosto de 1964, continuó simultáneamente su gestión como secretario de Estado. Asimismo, en la campaña de 1968, cuando Sánchez Vilella se enfrentó a la maquinaria de su propio partido (como Jenniffer hoy), hubo algunos funcionarios, como fue el caso de Raúl Gándara, jefe de los Bomberos, que aun en medio de la huelga de bomberos que estalló a fines de octubre de 1968 se fue de vacaciones para irse a politiquear a favor de Luis Negrón López. (El Mundo, 30 de octubre de 1968, p.6).
El gabinete siempre ha sido un semillero de políticos. Ahí los ejemplos del propio Sánchez Vilella (Estado y Obras Públicas), Rafael Hernández Colón (Justicia), Sila María Calderón (Estado), Miguel Hernández Agosto (Agricultura), Héctor Luis Acevedo (Estado), José Enrique Arrarás (Vivienda), Celeste Benítez (Educación), Antonio J. Colorado (Fomento y Estado), Norma Burgos (Estado), Pedro Pierluisi (Justicia), Luis Fortuño (Desarrollo Económico), Carlos Pesquera (Transportación), Alejandro García Padilla (DACO), David Bernier (Recreación y Estado), Wanda Vázquez (Justicia), entre tantos otros.
No obstante todo lo anterior, lo que chocó negativamente de la actuación de este gabinete fue que incursionó directa e indebidamente en la arena de la barricada política, descendiendo al nivel de la comisionada, quien con sus ataques irrespetuosos e infundados propició todo este rifirrafe. Tan mal estuvo lo uno como lo otro.
Nuestra cultura democrática se merece mucho más y mejor.