Washington, Moscú y Beijing: ¿hacia un nuevo orden mundial?
Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on May 2, 2021
Desde Moscú y Beijing se fragua hoy una feroz acometida contra lo que desde aquellas latitudes se percibe como la tambaleante hegemonía de los Estados Unidos.
No son pocas las voces a lo interior del Kremlin ruso y del Partido Comunista chino que perciben que los Estados Unidos, tal cual Roma luego de la invasión de las hordas visigodas de Alarico I a principios del Siglo 5 A.D., anda hoy sumido en una irreversible decadencia.
Los días de Washington como única superpotencia mundial, sostienen, están contados.
No sorprende entonces que hace apenas unos días tanto el presidente chino Xi Jinping así como su homólogo ruso Vladimir Putin, en comparecencias separadas pero aparentemente coordinadas, le lanzaran graves advertencias al recién estrenado presidente Joe Biden.
Mientras Xi, usando como telón de fondo la tribuna del Foro de Boao para Asia, denunció de forma mordaz la intervención de Washington en áreas tan neurálgicas a los intereses geopolíticos chinos como lo son Taiwán, Hong Kong y el manejo de la volátil crisis en la región de Xinjiang (al noroeste de China), Putin fue aún más lejos.
¿Y ante tan incierto rompecabezas geopolítico hacia dónde nos dirigimos? ¿Acaso estamos a las puertas de un nuevo orden mundial? ¿De regreso al endeble y frágil régimen multilateral ideado por Klemens von Metternich al concluir las guerras napoleónicas a principios del Siglo 19? ¿De vuelta a la era de los Otto von Bismarck y Benjamín Disraeli, en donde cohabitaban en el planeta media docena de potencias que entre sí se repartían el mundo en función de sus respectivas esferas de influencia? ¿De vuelta al modelo que desembocó en las guerras mundiales del Siglo 20? ¿Y ante tan incierto panorama cuál ha de ser la respuesta del presidente Biden hoy asediado por desafíos internos y externos?
Descifrar las contestaciones a estas preguntas requiere, como cuestión de umbral, precisar con tino el escenario geopolítico sobre el que hoy se desenvuelven Beijing y Moscú.
No cabe duda de que para el fin de esta década la economía china será la más grande del mundo en términos de su producto interno bruto (GDP), que para 2027 China habrá finalizado la modernización de sus fuerzas militares (con capacidad nuclear desde 1964), que para 2035 China será sin duda la potencia mundial en materia de tecnología y que su proyección de crecimiento económico para este año, aún después de la crisis del COVID-19, es de 18.3%. Sabemos además que durante las últimas semanas la fuerza aérea china ha desplegado su poderío sobre el espacio aéreo de Taiwán con total impunidad.
Mientras tanto Putin, quien continúa cazando peleas con la República Checa, Bulgaria, la OTAN y Bruselas, mantiene su férreo control sobre Crimea.
Washington, por su parte, tampoco se ha quedado cruzado de brazos. No solo Biden recientemente tildó a Putin de asesino en entrevista con George Stephanopoulos, sino que acusó a China de cometer genocidio contra la comunidad musulmana en la región de Xinjiang. Sin embargo, la administración de Biden continúa sumida en un peligroso estado de ambigüedad estratégica, como ya ha señalado Ivo Daalder (otrora embajador de los Estados Unidos en la OTAN).
Más allá de suscribir un comunicado conjunto con el nuevo primer ministro de Japón Yoshihide Suga, no queda claro cuál sería la política de Biden si China se reunificara con Taiwán por la fuerza de las armas y/o si Putin finalmente le amputa a Ucrania su región oriental. ¿Intervendría Washington militarmente en ambos frentes?¿Cómo disuadir a Moscú y Beijing desde la ambigüedad? ¿Convendría reproducir la política de triangulación de Henry Kissinger y Richard Nixon que tanto fruto rindió para abrir a China y hundir a la difunta Unión Soviética? ¿Acaso podrían ser estas las semillas de una tercera guerra mundial?
Resta por ver si la retórica de la confrontación da paso a la negociación estratégica o si, por el contrario, nos sumiremos en un nuevo orden mundial matizado por la agresión y la impunidad.
Mientras tanto, todos los caminos conducen a Europa, donde el próximo mes de junio Biden se estrenará en el escenario internacional cuando comparezca a la cumbre del G7 en Londres y a la cumbre de la OTAN en Bruselas. Y de ahí a reunirse cara a cara con Putin posiblemente en Viena — tal cual Kennedy y Kruschev 60 años antes. ¿Acaso es esta la historia que se repite? El tiempo dirá.