Los desafíos de Joe Biden
Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on December 16, 2020
El 10 de mayo de 1940 accedía Winston Churchill a la primera magistratura de Inglaterra. Tal cual Joe Biden, Churchill anduvo errante por el desierto de la política por más de 40 años antes de hacerse líder máximo de Inglaterra.
Al dirigirse por vez primera a la Cámara de los Comunes como primer ministro de una Inglaterra aislada y acorralada por Hitler, Churchill le habló al pueblo inglés alto y claro, advirtiéndole: “Yo no tengo nada que ofrecerles, que no sea sangre, trabajo, lágrimas y sudor”.
Ochenta años más tarde la máxima de Churchill cobra vigencia y pertinencia para quien a partir del 20 de enero de 2021 será juramentado como el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos.
Y es que los desafíos que hoy se ciernen sobre Joe Biden son mayúsculos.
¿Pero ya es oficial? ¿Ganó Biden?
Sí.
¿Y qué entidad lo certificó?
El Colegio Electoral, tal y como lo establece el Artículo II, Sección 1 de la Constitución federal. De un total de 538 electores, Biden obtuvo 306 y Trump 232. La propia Constitución establece que quien obtenga la mitad más uno de los electores (en este caso 270 o más) será presidente.
¿Y ahora qué?
Ahora todos los caminos conducen al Congreso. Allí, según requiere la Constitución federal, se celebrará el 6 de enero de 2021 una sesión conjunta de Cámara y Senado presidida por el vicepresidente Mike Pence (en su calidad de presidente del Senado) en donde se contarán oficialmente todos los votos del Colegio Electoral.
¿Podrían los aliados de Trump en el Congreso impugnar y revocar la elección de Biden en la sesión conjunta del 6 de enero?
Impugnar sí, revocar no.
¿Por qué?
Porque para impugnar solo se requiere la anuencia por escrito de un congresista y un senador, pero para revocar la elección de Biden haría falta que tanto la Cámara de Representantes así como el Senado por el voto mayoritario de sus miembros accediera a tal pretensión. Y tal escenario es un imposible, no solo porque la Cámara permanece en manos demócratas sino porque existen serias lagunas constitucionales sobre el verdadero alcance del poder del Congreso para anular una elección presidencial en la cual ningún tribunal (ni siquiera Justicia federal bajo William Barr) ha encontrado ningún indicio de fraude. (Compárese con la dudosa elección de 1876).
Irónicamente, los desafíos de Biden comenzarán a partir del 20 de enero.
Difícilmente exista otro presidente en la época moderna, a excepción quizás de Harry Truman y John F. Kennedy, que heredara una coyuntura global tan delicada como Biden.
El nuevo presidente inmediatamente tendrá que resucitar la alianza transatlántica con una Europa dividida y acéfala, con una Angela Merkel que va de salida, un Emmanuel Macron que se encamina a una posible derrota en 2022 y una Inglaterra en manos de Boris Johnson que aún no concreta su salida definitiva de la Unión Europea.
¿Qué hacer con la OTAN? ¿Cómo abordar a Irán? ¿Cómo equilibrar la relación con Israel? ¿Cómo incidir en Siria e Irak? ¿De qué manera contener al Talibán en Afganistán y al sátrapa de Corea del Norte? ¿Cómo potenciar una relación estratégica con la América Latina creando a su vez condiciones de cambio político en Cuba, Venezuela y Nicaragua? ¿Cómo enfrentar a China? ¿Cómo domar a Putin?
En el plano doméstico, los desafíos de Biden no son menores. La polarización ideológica a raíz del COVID-19, del Obamacare, de la inmigración ilegal, y hasta las expectativas a veces irreales de quienes le apoyaron, se interpondrán en su camino.
Bien haría Biden en recordar a Abraham Lincoln, cuando al juramentar por segunda vez como presidente en medio de la desolación de la sangrienta Guerra Civil, le imploró al cielo la fuerza necesaria para sanar las heridas de la nación americana “with malice toward none; with charity for all”.