El ajedrez demócrata
Published in El Nuevo Día: Tribuna invitada on February 19, 2020
Cuando en febrero de 1868 Benjamín Disraeli se convirtió por primera vez en primer ministro de Inglaterra, luego de 36 años de carrera política, exclamó a los cuatro vientos que al fin había escalado el palo encebado (“I have climbed to the top of the greasy pole”).
Poco le duró.
Para diciembre de 1868 quien llegó a ser el político favorito de la reina Victoria ya estaba fuera del poder y le tomaría 6 años más regresar nuevamente a la cima del palo encebado.
Y es que escalar el resbaloso palo encebado del poder no es cosa fácil; y mantenerse en el tope mucho menos.
Ahí el desafío de quienes hoy en el Partido Demócrata intentan contra todo pronóstico desalojar a Donald Trump de la Casa Blanca a fuerza de votos.
Los triunfos del senador Bernie Sanders en Iowa y New Hampshire, la catastrófica implosión del exvicepresidente Biden, la balcanización del sector moderado del Partido Demócrata y la entrada en escena del exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg han hecho del palo encebado demócrata uno bien resbaladizo.
¿Y quién va a ganar la nominación demócrata a la presidencia?
Quien logre acumular 1,991 delegados de aquí al 13 de julio (día en que se abren los trabajos de la Convención Demócrata en Milwaukee).
¿Y de dónde sale ese número?
De la mitad más 1 del total de 3,979 delegados demócratas de todos los estados y territorios (incluyendo a Puerto Rico que tiene 51 delegados) que se reunirán en la Convención de Milwaukee.
¿Y qué pasa si al llegar a la Convención ningún candidato ha logrado acumular 1,991 delegados?
Pasaría que los 3,979 delegados, más los 771 superdelegados (léase el alto liderato del Partido Demócrata), quedarían libres para escoger en la Convención al nominado, quien ahora tendría que contar con por lo menos 2,375 delegados — suma que equivale a la mitad más 1 del número combinado de delegados y superdelegados.
¿Y dónde está la carrera por la nominación ahora mismo?
Llegando a su punto culminante; a dos semanas del llamado súper martes del 3 de marzo, donde se disputarán primarias en 14 estados y donde estarán en juego en un mismo día 1,357 delegados.
¿Y Sanders?
Sanders, a pesar de sus apretados triunfos en Iowa y New Hampshire y de que con la debacle de la senadora Elizabeth Warren se ha consolidado como el líder absoluto de la izquierda más radical del Partido Demócrata, confronta serios desafíos. Su ruta hacia la nominación está plagada de precipicios; particularmente porque en el Partido Demócrata los candidatos acumulan delegados de forma proporcional al número de votos que obtienen en las primarias.
Esa regla de proporcionalidad en la distribución de delegados, que solamente beneficia a aquellos candidatos que sacan más del 15% en cada primaria, significa que candidatos moderados como el exalcalde Pete Buttigieg y la senadora Amy Klobuchar aun perdiendo ante Sanders podrían, no obstante, acumular suficientes delegados como para negarle a Sanders los 1,991 que él necesitaría para ganar la nominación en primera vuelta y sin oposición en la Convención.
Pero más allá de Buttigieg y Klobuchar quien podría sacar de carrera a Sanders es Bloomberg.
Después de bombardear los medios de comunicación con sobre $400 millones de su propio bolsillo, Bloomberg se ha posicionado segundo en las encuestas a nivel nacional — después de Sanders.
Si Biden finalmente se deshilacha en Nevada y Carolina del Sur, y Klobuchar y Buttigieg se desinflan dada su aparente incapacidad para atraer el voto negro y latino, Bloomberg se convertirá en líder del ala moderada del Partido Demócrata y tendrá el camino despejado para resucitar la gran coalición política que llevó a Obama al poder dándole el jaque mate tanto a Sanders como a Trump.